Juan Fernando Pérez H.
"Es necesario comprender la esencial amoralidad de la vida para verle sin miedo ni reparo, para que mengüe el reinado de la forma cárcel, de la forma moral, y advenga la paradójica forma magma o forma que es a la vez impulso (Trieb). Por ello reír, danzar, decir sí en santa afirmación es fundamental para encontrar algo más que vestigios mudos tras la polvareda de la excavación. Grecia debe vivir entre nosotros porque solo se encuentran a la espera de que el anticristiano, el artista, desate las fuerzas dionisiacas dormidas tras la nube moral que hoy le relega a ser un
objeto de vitrina: muerto y superado."
CARLOS GIRÓN, "Nietzsche, el arte y lo dionisiaco: notas sobre el pensamiento del filósofo alemán.", en Filosofía, http://www.filosofia.mx/.
(hacia 1490)
El Bosco
Óleo sobre tabla • Gótico
48 cm × 35 cm
Museo del Prado, Madrid, España
Al ver la pintura del Bosco “La extracción de la piedra de la locura”, no pude evitar identificar aquel personaje que está siendo intervenido con el artista, al cual las instituciones socialmente establecidas tildan de “loco” bajo sus dogmas (la monja con el libro en su cabeza) y sus ataduras a lo “correcto” y la subyugación de la individuación por el bien común, robando la naturaleza que crece intensamente dentro del artista.
Contraponer esta imagen con aquella que suscitan las palabras de Carlos Girón, todo un panorama opuesto, que retumba como un dictamen y aviva el espiritu, una voz que impulsa a ser o mejor dicho a dejar de ser, es ver en acción, aunque disfuncional, a las dos fuentes de energía creadora (Apolo y Dionisos); digo disfuncional porque ambas, como “descendientes” del mismo principio, deberían conjugarse para lograr su cometido de retarse y retroalimentarse, crear juntas algo más grande que ellas: La redención del artista ante su condición humana ante la Verdad (lo divino).
La redención sería ese punto de equilibrio donde el arte producido contiene, se impregna de ambas corrientes: la apolínea (técnica, figurativa) y la dionisiaca (abstracción, expresión abstracta y conceptual), que llevan al artista a convertirse en un embriagado-consciente, un ser dual pero amalgamado, no en disputa, que se permite llegar a un estado del Arte en el cual encontrar paso a paso, la apariencia tras la apariencia.
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