domingo, 22 de febrero de 2015


"TAREA PARA LA CASA"
Juan Fernando Pérez H.


De la infancia recuerdo un episodio muy recurrente, cuando llegada el momento de descansar al terminar la jornada escolar o el fin de semana, me encontraba cargado de pilas de obligaciones por hacer, tareas que implicaban mucho tiempo, planas y planas, consultas por hacer, lecciones por aprender para algún examen oral o escrito, ejercicios matemáticos o mapas por colorear. No era suficiente, hoy en día tampoco, pasar la mitad del día en la escuela para cargar con la obligación que cumplir con otras tareas extra clase. Recordar el título “Tarea para la casa”, es pensar en aquellos momentos que escuchaba los niños y niñas en la calle jugando, el dolor de la mano por tratar de desarrollar la tarea lo más rápido posible o  por otro lado salir y cargar con la culpa y el sentimiento de no haber hecho “la tarea”.

Visto desde varios puntos de vista, este episodio, me parece antipedagógico, falto totalmente de didáctica y pensando en la primera infancia sin un lustro de lúdica. 

Los niños aprenden de aquello que los divierte y entretiene, la experiencia es una gran herramienta para hacer palpables los conocimientos y despertar el espíritu creativo y de búsqueda en los niños; los métodos de adiestramiento, adoctrinamiento y normalización son bastante efectivos para cumplir con los objetivos de una sociedad dispuesta para la subyugación y el trabajo en serie, la propagación de una mentalidad inerte, obediente y robótica, pero para nada fomentan el desarrollo pleno del sujeto, la salud mental ni emocional.  

Para la muestra, este recuerdo que no me produce más que nostalgia y nauseas al saber que desperdicié tanto tiempo haciendo tareas con contenidos que poco recuerdo y no viviendo como niño (aunque de alguna forma el universo fue bueno conmigo y disfrute al máximo cada momento de juego y libertad), hoy hago conscientes los miedos y traumas que de la escuela han quedado y trato de exorcizarlos, pensando en una nueva forma de enseñanza-aprendizaje, ahora que tengo la oportunidad de hacerlo. 

miércoles, 18 de febrero de 2015


EL SALTO AL PRECIPICIO
o el ejercicio de escribir
Juan Fernando Pérez H.



Muchos se acordarán de sus primeros intentos de escritura gracias a sus madres abnegadas, que guardan, desde el vientre hasta la muerte, cuanta “creación” brota de sus hijos para escoltarlas a la posteridad. Juan no cuenta con esa suerte, lo único que le queda es tratar de recordar, y viajar a aquellas épocas de niño recién iniciado en labores escolares, es verse envuelto en imágenes donde sus cuentos fantásticos, típicos de niño solitario, se han mezclado con la realidad y no han dejado mas que fotogramas y sensaciones aleatorias. 

Un recuerdo si es claro: casa de su tía, segundo piso contiguo a su casa, luz tenue, mesa del comedor con sensación de hambre, cartilla “NACHO LEE” y la voz de la tía que suena a algo como: “hasta que no te aprendás todo el abecedario no te parás de ahí”; vaya primer encuentro, nada confirma mejor que “la letra con sangre entra”.

Parece cierto que el hombre sólo recuerda lo que más le ha marcado el camino, porque de aquel episodio, ligado a vuelta de página, se encuentra inmediatamente uno de un Juan más grande. Se ve en cuarto de primaria, olor a media mañana y bocadillo, hora de clase pero él está en el corredor tropezándose con su profesora de tercero que dice, mirando un cuaderno del pequeño: “Juan que te ha ocurrido, tu letra como era de bonita el año pasado, veo que no estás practicando”, pero pareciera no hablar, es mas como si aquel reclamo lo viera escrito en su propio cuaderno cual nota adjunta para que firmara el padre o acudiente; un sabor a frustración y una especie de apagón definen bien la emoción removida, el recuerdo viene acompañado de un: “ah, creo que por eso es que no escribía”.

Vale aclarar que en lo sucesivo Juan si escribió, como todo estudiante de colegio, llenó hojas y hojas con lecciones, todas sepultadas en la pila de “cuadernos para botar” que quedaba cuando debía “arreglar su cajón” al finalizar el año escolar; pero escribir, lo que se dice escribir por y para si mismo, eso si que no.

Paso el tiempo y ya en la universidad, Juan recuerda sus primeros intentos de escribir allí, ¡eran como si mirara a un precipicio y tuviera que lanzarse!, pánico total. Estos remedos esbozados, lucían más como una compilación de ideas impropias que un pensamiento de un “estudiante universitario ideal”, sin embargo, obligado a saltar más de una vez, había llegado al punto en el que estaba dispuesto a perder su miedo y gritar “¡JERONIMOOO!” cada vez que tuviera que hacerlo, todo gracias a su profe LuzMa de “despistemología”, cómo ella le decía al curso, la cual lo inició en el ritual, cual maestra chamánica, dándole algunas herramientas y alentándolo con unos “veo una voz que se expresa, pule aquí esto o aquello” o “esto está interesante, me gusta ese giro”. La valentía de Juan estaba dándole frutos y las caídas se fueron amortiguando más y más. 

Ahora él piensa en el tiempo perdido, tanto por escribir y a la vez tantos libros por leer, porque así como no escribía no leía, y sueña, que tal vez así, de una forma poética, sanará a aquel pequeño que habita en sus adentros, que se frustró por su letra no tan bonita, y que decidió, sin saberlo, dejar de escribir un día cuando estaba en cuarto de primaria, en el corredor de su escuela.



martes, 10 de febrero de 2015


Todo llega cuando corresponde: el encuentro con la Licenciatura en Artes Plásticas
Juan Fernando Pérez H.


Me gusta creer que todas las oportunidades y decisiones de mi vida vienen guiadas en línea directa por la sabiduría universal y en concordancia con un Plan Maestro. 

Tal vez nunca tuve una inclinación directa a ser “profe”, ni una vocación muy definida y clara, ha sido mas bien, un largo camino de búsquedas, de encuentros y desencuentros con gusto, aficiones, pasiones y anhelos; tal vez no tan acertados, pero de los cuales he aprendido mucho y sin los cuales no estaría tan seguro de seguir comprometido con mi formación en la Licenciatura en Artes. De lo que si estoy seguro es que compartir lo que sé es innato en mi y la preocupación por el conocimiento de los seres y sus relaciones es latente; como artista se lo importante de encontrar mi propia voz, de contar con espacios donde mi palabra, por más diferente que sea, se valore e incluya y es lo que aspiro crear como futuro docente para con los que tenga el placer de cruzar mi camino.

De mi infancia llena de lúdica que contrasta con severidad y castración escolar, no puede nacer otra cosa que el deseo de que los niños tengan esa misma alegría de jugar pero trazando nuevas líneas a la hora de “enseñar”; diría mejor que compartir y aprender, en un cosntante ciclo que se enriquece y ayuda a transformar.